domingo, 21 de febrero de 2010

Cada quién sus mayas (El arrecife IV)



El arrecife continúa hacia el Sur.
Allá donde está la ruina maya que lo contempla desde arriba, como temerosa de saltar al vacío y perderse en las aguas turquesa de una buena vez, que bastante deprimida debe estar Tulum de estar encerrada, acordonada en pequeños lotes y recorrida interminablemente por turistas que ya no entienden lo sagrado de sus templos.
Allí, con la todavía inmensa selva en medio, se encuentran al oeste los restos del un reino exitoso, que se truncó a si mismo antes de la espada española. El gran Cobá conecta diversos centros ceremoniales y habitacionales, mediante muchos kilómetros de auténticos caminos en medio de la selva y pudo haber dominado la zona durante el primer milenio después de Cristo (que por acá ni pintaba, claro… o sí, dice alguno que otro), en alianza y amistad con Tikal, Dzibanché, Calakmul, e incluso con la legendaria Teotihuacán.

Sólo perdería fuerza al nacer Chichén Itzá, el último gran imperio maya, que también desapareció solito y sin razón aparente, pero Cobá seguiría ahí hasta la llegada de los españoles, con mucha menos población, al parecer.

Desde lo alto de su muy empinado Nohoch Mul, a 30 metros, aún se pierde la vista en un verdor que se antoja eterno, pero que sabemos que no. La selva, que es el río y el cenote, que es el mangle, que es el arrecife, que se puede arrasar así de fácil como ya lo fue una vez.

Un país que no fue, el maya. Según algunos antropólogos, este pueblo no tuvo nada de ecologista, y antes bien se dejó caer en la devastación de la tierra y de la selva, para luego hacer implosión a fuerza de hambre y guerras por hambre. Salta la polémica que desató el Apocalypto de Mel Gibson, quien hizo más caso de algunas descripciones de los conquistadores españoles y retrató a mayas buenos apartados en pequeñas comunidades, perseguidos por mayas malos, sanguinarios, creadores de holocaustos, quemadores de selvas.

Aún no hay acuerdo entre los estudiosos, pero eso no va a estorbar a los guías de turistas, que ellos crean su propia historia y su propia cultura, y prefieren a esos mayas sabios, amantes de la naturaleza y metidos de lleno en el círculo de la vida, conocedores de los astros y las órbitas y que a lo mejor se fueron con los extraterrestres o se metieron al inframundo para una vida mejor.

Si acaso, coinciden en que hubo dos tipos de mayas, los naturales, los buenos, y los quemadores de bosques para encalar templos y efectuar sacrificios humanos, esos que se dejaron influir por la invasión Tolteca, adoptaron el Chac Mool y la sangre, y guerrearon hasta regresar a la barbarie.

Lo que sí queda claro que es que toda esa sabiduría maya, todo este asunto del 2012 y los eclipses y la distancia al sol y el diámetro de la tierra y el cero, estaba a disposición de unos cuantos nada más. Quién sabe si efectivamente para dominar descaradamente a la población, como acusa el Doctor Gibson, pero sí les habrá dado sus ventajitas, qué no.

Aquí no se habla del 2012, este pueblo tuvo ya sus propias caídas en el 900 y en el 1500, lo más seguro es que su calendario anunciara el inicio de un nuevo ciclo y punto. Uno con muy pocos vestigios y algunas lenguas sobrevivientes, como recuerdos, sombras de una rama trunca más en la eterna variación de la humanidad: la cultura maya.

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