lunes, 12 de abril de 2010

Condenados al futbol





Cada vez falta menos para el Mundial, y todo será futbol. Me pregunto si a alguien, que no sean los partidos políticos, le importarán las 15 elecciones locales disputándose al mismo tiempo que el torneo, en sitios tan clave como Oaxaca, Puebla, Veracruz, Chihuahua y Sinaloa.

No importará absolutamente nada más. Así lo han promovido nuestras cadenas nacionales de televisión que se dedicaron a promover y cubrir el Mundial un año antes de empezado. ¡Un año!

Se trata de horas de tiempo aire y miles de promocionales difundidos en por lo menos seis cadenas nacionales o multiestatales. Igualmente, de importantes gastos de producción, con un equipo instalado ahí desde hace 12 meses. Es en resumen una campaña publicitaria que compite fácilmente con las más importantes campañas de productos de consumo.

Tanto ruido, tanta inversión. ¿Qué objetivos pretende en el negocio de la televisión? ¿Es eficiente en el estricto sentido de costos contra ganancias? ¿Cuántos millones de mexicanos MÁS, verán atentamente este Mundial debido a la cobertura y promoción? ¿Cuántos millones CAMBIARÁN su decisión de seguir el torneo a través Televisa o TV Azteca, de forma que el esfuerzo tenga efecto en términos de rating contra la competencia? ¿Existen objetivos concretos al respecto, como lo reclamaría cualquier campaña de publicidad decente?

Los programas de precobertura ¿generan buenos ingresos adicionales a las televisoras? Debe ser factible convencer a algún anunciante de patrocinar tal operación, de ello no cabe duda. ¿Valió MÁS la pena que patrocinar otros proyectos?

Televisa y TV Azteca se pasan un año predicándole a los creyentes, vendiéndole chiles a Clemente Jaques, convenciendo a los conversos. El objetivo es ganar lo más posible de un pastel que Ixe calcula en $900 millones de dólares.

Según cálculos de las propias cadenas, el Mundial les incrementará entre 4 y 5% las ventas de 2010. A finales del tercer trimestre, y según lo declarado a los analistas bursátiles, TV Azteca llevaba $4,605 millones de pesos recolectados en anticipos de publicidad, mientras que Televisa reportaba $17,810 millones de pesos.

El negocio será excelente, a lo que vuelve la pregunta ¿por qué tanta promoción? La respuesta quizá no está en el negocio del Mundial, y del futbol en general. Nos estamos topando ante una decisión de contenidos que claramente está volviendo monotemática la transmisión deportiva de los medios en México.

Las altas direcciones de la televisora han decretado que más allá del futbol sólo está la nada, y por eso la necesidad de “rellenar” todos los espacios con la promoción del Mundial.

La industria es por definición adversaria del silencio, así que cada segundo que la pone en riesgo de dejar de mandar algún mensaje lo está rellenando con promocionales innecesarios.

Pero hay tanto riesgo de silencio porque así lo decidieron. Ambas empresas han relegado a prácticamente cualquier otro deporte a lo mínimo posible. La cobertura del beisbol, del futbol americano, del basquetbol, consiste a lo mucho en dos o tres partidos a la semana cuando hay temporada. El desdén es completo: las noticias sobre jugadores, equipos, resultados, han quedado arrinconadas a 15 segundos en el noticiero de deportes.

Por ahí, en nichos reservados, quizá sobreviva el box, y esa actividad que se ha insistido tercamente en llamar deporte, que es la lucha libre.

Pero si los grandes paquetes del deporte estadounidense tienen algo de eco aún, el desdén por todos los demás deportes es absoluto. El colmo es que a plena vista de todos nosotros las Olimpiadas de Invierno simplemente no existieron para ambas cadenas. Tuvo que entrar al quite el gubernamental Canal 22, para que el escaso público interesado o con acceso a esta señal conociera del patinaje artístico, el hockey y demás deportes.

Las Olimpiadas de Invierno no merecieron ni un segundo en los noticieros, ni una escena de resumen, ni un solo corresponsal, ni una cámara por parte de unas televisoras obsesionadas o indigestadas con el futbol.

Las televisoras están creando sus propios grandes espacios de silencio, sus propias zonas en blanco, o de plena oscuridad, y sólo los pueden rellenar con futbol.

El problema es que están sembrando ese mismo silencio en la población mexicana, con tan pobre cultura deportiva en general. La importancia de los medios de comunicación, se ve aquí con toda transparencia, no sólo radica en lo que dicen o cómo lo dicen, sino en todo lo que callan, en lo que condenan a la inexistencia mediática.

No están cumpliendo con su misión de difusión, están favoreciendo una gran monomanía que por definición empobrece.

Nos están condenando a todos al futbol.

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