martes, 19 de febrero de 2013

Todas las policías deberían ser comunitarias.


Me explico. No es posible estar a favor de que un grupo de voluntarios se arme y patrulle las calles del pueblo y carreteras aledañas. Aparte de los riesgos personales que este nuevo grupo enfrentará, de los cuales nadie se hará responsable, está la ausencia de obligaciones ante la ley.
De repente su vecino ronda las calles de su pueblo con un par de pistolas estilo Antonio Banderas.
En primera usted ya no tendrá muchas ganas de reclamarle si se estaciona en su entrada o si organiza una fiestecita y decide cerrar su calle.


Eso usted, pero tampoco el Presidente Municipal va a tener muchas ganas de contradecir a estos valientes, así que el poder político, ta, taaaaan, se muda con todo y chivas a otro lado. De repente las decisiones sobre alumbrado público, mercados, ambulantes, vialidad, servicios, se toman en un lugar aún más extraño que el palacio "Menecipal". Resultado: ¡Cacique nuevo!
Vamos a pensar que usted se motiva también, saca su viejo rifle para conejos y organiza su propia guardia vecinal.... pero no puede haber dos en este pueblo, como dicen en las películas del Oeste. Adivine que sigue.
Y por supuesto, qué tal que la guardia vecinal se equivoca y hiere o mata al maistro del pueblo que andaba manejando borrachín por un camino mal alumbrado y, pues, nadie lo reconoció cuando no hizo caso de las señales de alto. Claro, la familia del profesor no dudará en señalar que don Pedro, ese que comenzó la balacera, nunca quiso al muertito desde que le vinieron con el chisme de que andaba querendón con su señora. Verdaedió.
Qué tal que la guardia vecinal se enfrenta a un comando de narcos de esos que ni hay, que los rocía de balas y los deja en el camino para la foto. Pues ni a seguro para el sepelio van a llegar.
O bien, asumamos que los vecinos no son tan incorruptibles como suena en el mundo romántico de la autodefensa y que simplemente les van a hacer una oferta que no pueden rechazar. Ya sabe, plata o plomo, copelas o cuello. El caso se vuelve el mismo, con el agravante de que las guardias vecinales tendrán aún menos qué responderle a su comunidad que las policías municipales.

¿Entonces qué dije?
Que todas las policías debieran ser comunitarias, lo cual no es una contradicción. Nadie dijo, desde los orígenes del municipio, que la contratación y entrenamiento de los policías del pueblo eran una prerrogativa única del presidente y su cabildo y nadie debía cuestionarlos. Antes que defensa vecinal, hay que hablar de participación comunitaria, comités, organizaciones, que verifiquen quiénes son los tipos que ingresan a la policía del municipio, qué antecedentes tienen y, por supuesto, cómo se comportan. Al primer idiota que eche bala en una borrachera o intente extorsionar a su propia población se le arma un caso de inmediato, con vías al despido fulminante, por lo menos.


Es más fácil hacerlo en escala vecinal, es como debiera ser: la base de una cultura en donde el policía no acaba de comprar una licencia para sacar lana, sino que está bajo la mirada de todos.
Ahora que se habla de mandos únicos en las policías estatales, debieran discutirse al mismo tiempo mecanismos comunitarios para controlarla, mucho más allá de los gobiernos de los estados, los congresos o incluso las oficinas de derechos humanos. Más controles emanados de la sociedad. De otra forma, si un policía no le responde a la población que cuida, sólo estará dándole una nueva cara al mismo problema.

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